Hoy

Hoy me vi yendo a la casa de mi hermano (vive al fondo de casa), al mediodía. Le pedí si tenía algo para el dolor de cabeza que me estaba matando, y me dijo que no tenía nada. Pero ésa no era la verdadera razón de mi visita. Fui a ver si se preocupaba por mí, si me ofrecía comida. Tenía ganas de comer, de compartir la mesa con él y mi cuñada, y los nenes. No lo hizo. Creo que se resignó a no invitarme nunca más (es que varias veces lo rechacé). Incluso, hace una semana, hizo unas empanadas de cebolla y queso, creo, y trajo dos. Me las dio y dijo "estas son para mami". Ya sabe que no me tiene que ofrecer comida. Lo intuye. Creo que él sabe mi secreto. A ver, mi computadora anterior pasó a manos de él (la quería desarmar y rescatar las partes que servían), y en ella tenía un diario anoréxico que publiqué anteriormente en este blog (el cual borré). No sé. La cuestión es que miré de reojo y había asado, pastas y ensalada. Y no cualquier tipo de pasta, sino capelletis, mis favoritos. Me serví un vaso de gaseosa. Nunca me invitó. Charlamos, volví a casa.. a seguir ayunando.
No cociné. No comí. Desde que empecé el ayuno ingerídos vasos de gaseosa (uno el viernes a la noche, y otro hoy al mediodía), sólo fumé. y ayer tomé un poco de agua. No tengo hambre. No tengo frío ni calambres. Es rarísimo, sólo me siento un poco mal (me duele la cabeza y las manos me tiemblan). Yo antes solía padecer el ayuno, y por eso lo hacía: porque me odiaba tanto que hacía algo que me torturaba. Pero ya no, no sé si es acostumbramiento o que realmente lo estoy disfrutando.